Me piden paciencia, para mí tortuosa penitencia, para saber el alcance de las heridas y el inicio del dolor curativo previo a posibles secuelas. Pero de momento es espera.
Las consecuencias negativas de la carrera no me exonera de mi promesa, que se hace más consistente. No lo quería fácil ni gratuito pero el precio a veces puede ser duro de llevar. Voy a aceptarlo como parte del camino, del dolor del camino. Voy a centrarme en mi objetivo, en tus ojos, en tu recuerdo, en mi lealtad a la promesa que te hice y que pienso cumplir tan pronto como el dolor pase y este me haga más fuerte.
¡Aquí nadie tira la toalla! Donde quieras que estés te saludo, y hasta allí enviaré el oscuro obsequio que ha sellado nuestra eterna fraternidad, amigo, hermano.
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