A día de hoy juego con las etiquetas, con todas, son bonitas a la vez que insidiosas. Hago por levantarme Hippy, y happy, anarquista sin prejuicios al amanecer, pero a cosa de las 10 de la mañana puedo ser ya un soldado de la Wehrmacht. Es lo que tiene vivir en una ciudad tan estresante, multicolorida y multicultural.
La mala leche se me escapa a borbotones cuando paseo, veo y escucho a gran parte de mis vecinos, que dudo que congéneres. Así que, he recurrido a la tecnología de aislamiento, gafas de sol oscuras y unos cascos con música.
El otro día leí un libro sobre la amistad e incluso se me despertó el interés por fomentarla. Lo he desestimado, a no ser que quiera que esta se fundamente en conversaciones sobre fútbol, televisión, tetas y culos, tal es el nivel que impera en esta gentucilla. Pienso que incluso desprecian los libros, el conocimiento y que, por el contrario, encuentran un extraño regocijo en la ineptitud.
¡Y yo que creía en la mezcla de culturas y ha resultado ser una mezcla de ignorancias!
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