domingo, 19 de julio de 2015

Timosofía

Intentando apresar su misma esencia o comercializando con ella, han matado a la Filosofía.

Hoy por hoy, tenemos filosofía fósil y filosofía producto.

La filosofía fósil huele a naftalina, es tan académica como inútil y tan libre como un pájaro en una jaula. Los filósofos académicos están más cerca del frikismo ilustrado y de los juegos inteligibles de palabras que de la experiencia vitalista de la filosofía viva.


La filosofía-producto es la banalización o la adaptación para el público más miserable, una suerte de pseudo-conocimiento, mezclado con dosis de auto-ayuda para personas inseguras, de mente corta o inmaduras, su formato más habitual es el sobre de azúcar, el estado en redes sociales o dispositivos móviles.

Este estado de las cosas ha generado mi desinterés creciente por la filosofía actual y su estudio. ¿Para qué este juego de trabalenguas, este mar de hipótesis sin sentido y esa incesante estupidez egocéntrica disimulada en esa competición de pretendida erudición?

Creo que empieza a ganar mi interés por la Biología, lo empírico no da lugar a tanta bobería disfrazada de magnanimidad.

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