"Hielo y piedra" es la quinta publicación de Iber Strasser. En ella se recogen pensamientos como punto de inflexión entre la rabia y el escepticismo hacia un vitalismo necesario, un giro para despistar a los monstruos de la razón.
Fin de etapa
Como si la aritmética tuviera algo de mágico, quimérico, me
he propuesto una fecha como fin de etapa. Me lo ha prescrito la razón, me lo
exige la cordura, me lo impone la necesidad, debo cambiar de prisma antes de
que la oscuridad me devore.
Quizás no debiera haber arrancado todos los brotes de
ingenuidad del jardín de mi mente que hoy parece más un campo de batalla.
Quizás las alambradas que puse para protegerme han terminado hiriéndome.
Quizás, harto de tanta plaga de sueños que se vuelven pesadillas, envenené de
manera mortal el substrato y no quedó ni tan sólo una flor a la que admirar su
belleza. Quizás el exceso de celo de años de sol y cosechas baldías me ha hecho
admirar por un tiempo las tinieblas. Quizás…
Me estoy convirtiendo en piedra y no puedo permitirlo.
Déjame decirte
Déjame decirte que ya no creo en nada
y que mi revolución sólo lleva tu nombre.
Vi mis ideas desvanecerse
como una torre de naipes.
Todas esas caras, promesas y sueños
eran tan sólidos como agua en el desierto.
Queda la experiencia, queda la lección,
las raíces enraizadas a la sinrazón.
Mi cordura ya no admite más sermones,
la madurez mató al predicador.
Lo diferente también crea clones
y en lo normal quizás este el yo.
Déjame decirte que tú eres mi ideal,
la única ideología a la que soy leal.
Déjame decirte que todo lo demás
me importa nada si tu no estás.
Se me ha helado la bondad,
se congeló en una noche de verano.
Ya no aspiro a nada grande
prefiero lo enormemente pequeño.
Odio la filosofía de sobres de azúcar
y los consejos vitales en los perfiles.
Son signos claro de seres débiles,
son la evidencia del desequilibrio.
Las palabras salen sucias y vacías
forman frases que manchan el silencio.
Ya sólo tengo tiempo, sólo tengo sentidos,
y versos derretidos, para ti.
Déjame decirte que tú eres mi ideal,
la única ideología a la que soy leal.
Déjame decirte que todo lo demás
me importa nada si tu no estás.
Un error
He perdido toda la fe en la humanidad. Empíricamente, la
especie humana ha demostrado ser un error, una anomalía, un defecto natural en
el pasado, en el presente y, con toda seguridad, en el futuro. En su favor,
algunos pocos de sus miembros han demostrado una brillantez increíble eclipsada
por la gran masa de individuos prescindibles, cuando no indeseables.
La realidad colapsa cualquier esperanza. Sólo queda ayudar a
la evolución del resto de seres, vegetales y animales, con el fin de dejar en el
mejor punto de partida a la vida y sus posibilidades una vez que nosotros
hayamos dejado de existir, de molestar, de interferir.
Plantar un árbol se convierte así en una inversión noble de
fututo. Tener un hijo es poco menos que abonar con estiércol un campo de
estiércol y defecar de paso.
El día que se
descongeló mi corazón
Un ruido, seco, rítmico, mecánico, eso fue lo que escuché
durante horas antes de tener total consciencia y de reunir la fuerza suficiente
para levantarme.
Confundido, y rodeado de cables, desperté en una habitación
hermética del Hospital Central de Madrid. Empecé a recordar. Fui ingresado por
una extraña enfermedad muy contagiosa, tuve sexo en los retretes de un bar con
una trabajadora de una ONG en África.
Recuerdo que iban a probar un medicamento muy potente y
experimental que me haría entrar en un coma controlado durante algún tiempo.
Mientras, sería alimentado artificialmente con máquinas. Eso es todo.
¿Y después? Nadie. Nadie en el hospital, nadie en las
calles, nadie en ningún lado… al menos vivo. Todos, todos, estaban muertos.
Miré algunos periódicos que encontré, al parecer la plaga había sido
devastadora. La enfermedad era mortal y el virus podía vivir 7 días en el
cuerpo humano… y eso me salvó. Curiosamente, sólo afectaba a los humanos.
De repente me sentí sólo y realmente triste, más aún cuando
me dí cuenta de que ese día era 24 de diciembre. Pero entonces pensé en que
sinceramente no tenía un gran aprecio a mi especie y que siempre había
cultivado un tipo de misantropía que pasó de ser selectiva a general. Quizás
por primera vez podría ser yo sin tapujos, sin guardar las apariencias, sin
hipocresías. La sociedad me daba náuseas.
Me sentí aliviado, eufórico, sobretodo cuando encontré a mi
gato esperándome en casa, mi fiel amigo, el único que lo merecía.
Era 24 de diciembre. Y así empezó a gustarme la Navidad.
A la mierda
“¡A la mierda!” dijo el actor cansado de actuar y actuando
cansado por tanto tonto.
“¡A la mierda!” gritó con toda la fuerza del que no las
tiene para contener el aire.
“¡A la mierda!” escupió como un balazo que de saliva mortal
partiera en dos al odiado.
“¡A la mierda!” “¡A la mierda!” “¡A la mierda!” repitió para
que quedara claro que donde debía irse: “¡A la mierda!”.
Diálogo solidario
o la miseria del ser
Solidario – Estoy muy interesado en los animalitos y he
decidido crear una empresa. (Pensamiento oculto: y voy a vivir de ellos.)
Su amigo - ¿Vas a montar una granja?
Solidario - No, voy a montar una O.N.G.
Su amigo -¡Qué buena idea!
Solidario - Sí.
Su amigo -¿Has pensado un nombre?
Solidario - Sí, “no se qué animal”. (Pensamiento oculto: Lo
importante de verdad es mi nombre y mi ego.)
Su amigo -¡Qué original! Pero vamos a ver… Lo que me estás
proponiendo es vivir a sueldo de la miseria de los animales ¿no? Vas a explotar
la idea de los explotados.
Solidario - Bueno… no… esto… cobraré por ello pero… es que
si lo dices así.
Su amigo -¡Joder! Pues para eso monta una granja
directamente.
Nota: Cambie “animal” por cualquier causa susceptible de
“defender” y obtendrá otro caradura. Ideas: niños africanos, indígenas,
víctimas de cualquier tipo, todos los –ismos posibles.
Regla: cuanto más emotiva y sentimental sea la causa aumenta
exponencialmente el número de sinvergüenzas que se lucraran de ella.
Integración
Eufemismo usado para meter seres podridos en una comunidad
más sana y terminar de envenenarla.
La aburro
Lo sé, la aburro, cuando descerrajo sobre ella mis discursos
interminables, cuando cargado de emoción le cuento todo aquello que para ella
no es importante, no le interesa o, simplemente, le aburre.
Pero me quiere, por eso sigue con esa sonrisilla
escuchándome, u oyéndome o fingiéndolo, mientras me mira fijamente porque,
aunque muchas cosas de mí la aburren, ella piensa que soy la persona más
interesante del mundo, pero se equivoca. La persona más interesante del mundo
es ella.
La ventaja de ser
Nadie
Un día llegué a ser casi alguien:
palabras escrutadas, gestos medidos,
mi vida era una continua evaluación.
Los Alguien levantan amor y odio,
los Nadie también, pero sin magnitud.
¿Poder, ignominia, defecto, virtud?
Poder, sí, poder,
como una larva que corroe tus huesos
y deprava tu cerebro necrótico.
La relación, la equivalencia matemática:
El peso del poder es proporcional
a la muerte espiritual, por asfixia.
Y nace del dilema, no en todos.
Las ventajas de no ser nadie
siquiera importante, es confortante.
Sin ojos clavados en la nuca,
que nunca se tornan puñaladas,
para entresijos de Don Nadie
no se levantan airadas miradas.
Y no alimentar amistades cadáveres,
que son muchas las virtudes de ser Nadie.
Lobo
Lupus con piel de cordero, sin rastro,
sin marcas, sin nada que denote fiero,
pero es lo que es como frío el hierro,
un arma cargada en esperando fuego.
Si sólo, prudente, no ladra y no muerde
sin saber donde se aprietan los dientes.
Si algún día en manada será diferente,
ahora aguarda, observa y prepara.
Es mejor así, aunque el calor queme
no dejar ver lo que uno es y siente,
son juegos de estrategia y mente
que delimitan a veces la vida y la muerte.
Pero el lobo acumula feroz la rabia,
en su paladar la saborea, la palpa
sabe que llegará el momento de usarla
pero mientras no deja ver que esto pasa.
Porque de perros están llenos los cementerios
de ladridos a destiempo peores que el silencio
que los lobos de la sombra claman el sepelio
de canes sin estirpe, de lobos que son corderos.
Súper Yo
Yo he muerto, ¡Viva el Súper Yo!,
sin restos, sin cuerpo,
sin cenizas, ni huesos.
La creación vive y muere,
muere y vive en la mente,
marca esa línea fuertemente.
Yo he muerto de hastío,
tan cansado de mi yo baldío.
¡Pobre víctima condescendiente!
Muere y desaparece el rastro
de existencia de la necia
bondad y discurso aparente.
Muere, muere, solidario de guión
que niega la supremacía más fuerte.
Ya no existe resistencia, la verdad emerge.
Vive, vive, Súper Yo, álzate, aparece,
que no quede ni un átomo del que perece.
El Súper Yo es la lucha sin esclavo ni amo.
Golpes de voluntad llenos de convicción.
La superioridad es un camino de honor,
focaliza el objetivo, máxima motivación.
El Súper Yo se alimenta del credo,
hace bandera y escudos de fuego.
¡Muerte al yo! Mil veces muerto.
Gloria eterna a la sangre del luchador.
¡Sólo puede sobrevivir el Súper Yo!
Odio a los
fracasados
A los que se rindieron sin buscar nuevas vías, a los que la
desidia venció, a los que hicieron del fracaso su forma de vida, yo los odio.
Cuando la degeneración, la degradación, anida, crece y se
queda para siempre en el espíritu y en el cuerpo, esa vida carece de sentido y
dignidad. Esa vida no debiera continuar su existencia. La podredumbre a veces
se extiende y se malinterpreta como subcultura.
Odio la veneración al fracaso tanto como la crítica a la
superación. Odio el gobierno de los inútiles frente a la jerarquía natural, la
que se deriva de los valores, las
cualidades, las excelencias, meritocracia al fin y al cabo.
Vitalismo versus decadencia, basta ya de compasión a quienes
no dignifican la vida, basta ya de solidaridad con los que denigran el valor de
la sociedad con total voluntad. Basta ya de discriminación positiva con los
incapacitados, no con aquellos que física o psicológicamente lo son por
enfermedad o accidente, me refiero a los que se incapacitan a si mismos
teniendo todas las capacidades. A aquellas personas que viven fagocitando las
vidas de los demás y lo prefieren a luchar por su futuro y crear un mejor
presente y devenir colectivo en tanto que individual.
Odio a los fracasados tanto como admiro a los que con valor,
y valores, han sabido superarse a sí mismos.
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