sábado, 1 de marzo de 2014

A mí me da la paz




Le regaló un paraíso lleno de espinas,
una alfombra a sus pies de anfetaminas.
Alberto abrazado a Pilar, sin más
dijo desde el suelo “A mi me da la paz”.

Con su sonrisa desdentada, su mirada de niño,
en un rincón del metro encontró el cariño.
Ella en sus brazos como bajada de un crucifijo
piedad toxicómana que la tragedia hizo mito.

Brilla el papel en su boca mientras aspira
los dulces monstruos de sus pesadillas
Dos ángeles caídos en mitad de la Gran Vía
sin aureolas y el sonido de sus alas rotas de melodía.

Con tanto brillo en los ojos
y sin retorno.

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