martes, 11 de febrero de 2014

El apátrida

El apátrida un día se sorprendió sintiendo la patria. Los colores de la bandera se habían tornado en algo más que trozos de tela, que trapos, como vulgarmente se refería a ella. Quizás algo así como una forma de entender el mundo, una cultura, una visión sentimental colectiva.


Se conmovió al reflejarse en la traición que suponía su pasado. Todo este tiempo anduvo tirando piedras contra su tejado. Ahora, con algunas tejas rotas, le urgía buscar soluciones, escuchar a quienes siempre negó sus oídos, por entenderlos como enemigos. Él, adalid de la libertad, había practicado consigo mismo una censura sectaria, sólo los interlocutores válidos a su “kit ideológico” merecían la pena ser escuchados.

Ahora, se descubría manipulado, engañado, estafado… en fin, gilipollas. Seguía fingiendo una fachada inalterable, pero detrás de los muros ya sólo quedaban escombros. Su ideología se había derrumbado, sólo quedaba un amasijo de atrezzo de cartón piedra al que se preparaba para meterle fuego.

Obra recogida en el libro de relatos cortos "Serenidad".

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