Cristales rotos… eso es todo lo que quedó, una ideología fragmentada en cuyos añicos ya no podía reflejarse nada, lo cual era una ventaja bien pensado.
Hubo un intento, aún así, de recomponer todo ese puzzle de vidrios, toda esa luna sin noche. De aquello conservo estas cicatrices en mis manos y mi antiguo uniforme de pensamiento teñido de color amapola.
Está bien así, es mi alarma, el recuerdo para no volver a transitar por caminos hechos de alambradas y cuchillas, sin remedio… sin solución.
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