Siento un deseo irrefrenable y fundado de extinción.
Si algún primigenio Dios me escucha:
¡Borra nuestra existencia de la faz de la tierra!
No hay solución.
Los vídeos de gurús, coachs y buenrollistas sólo consiguen despertar deseos de asesinato.
Rezo, rezo y rezo, profunda y devotamente a todos los Dioses de la creación y del caos.
Una llamarada solar sería suficiente, una colisión con otro objeto galáctico, una simple reacción mega atómica, cualquier forma es buena para finiquitar tanto desatino.
No es un ímpetu, es algo meditado y fraguado desde lo más interno de mi espíritu. Esculpida con el fuego de la razón y el golpe del asco que me provoca esta sociedad, mi misantropía tiene forma de espada.