"Endofobia" es la sexta publicación de Iber Strasser. En ella no caben medias tintas, posturas fariseas ni guiños a lo políticamente correcto. "Endofobia" plasma una realidad palpable llena de conductas cobardes inoculadas en nuestra educación: el auto-odio, el buenismo, las consignas pueriles... Textos que contrastan con otros de crítica satírica.
Apariencia e
indolencia
Aparentemente hemos de aparentar,
más por cansancio que por ganas
de aguantar tesis de cantamañanas
y por la sangre al río no llevar.
Indolencia que me duele,
me devora con fauces de demagogia.
¿Cómo no va a sangrar la herida?
¡Si hay sangre, porque hay vida!
Estiro una sonrisa matinal,
la fuerzo, la pienso, la obligo,
pero se me olvida a ratos
cuando me cruzo la existencia.
Pero lo intento, lo intento…
¡Qué no digan por falta de ganas!
Todas las que puedo y más,
pinto lo malo a bueno y…
lo malísimo a regular.
Yo lo intento.
Sigo intentando engañarme,
a veces lo consigo,
otras no me hace falta,
sigamos perfeccionando…
Apariencia e indolencia.
Yo lo intento, lo intento…
pero no lo consigo.
Endofobia
Han puesto una bomba en la calle,
han asesinado a tiros a alguien
por pensar diferente, sin más,
pero las víctimas son las culpables.
Hay una discriminación relevante,
una parcialidad “positiva”, dicen.
Lo de fuera es lo que prevalece,
lo nativo es despreciado, despreciable.
Lo que prevalece es el odio,
lo que subyace es la endofobia.
Nos odiamos, mucho, tanto, tanto…
Nos odiamos por ser de aquí.
Fobia a los autóctonos, a tu tierra,
a tu gente, a tus costumbres, a ti.
Aversión a lo natural,
antipatía a tu propia familia.
La endofobia es la máxima expresión de la estupidez.
Obvia los datos, las cifras,
las estadísticas, la realidad.
Justifica la violencia ajena,
apela a la culpabilidad histórica.
Seguimos valorando tirarnos piedras a nuestro propio tejado.
Seremos, somos, víctimas,
de nuestro buenismo,
de nuestra estulticia,
de nuestro auto-odio: endofobia.
Y mientras tu identidad se diluye,
se corroen y pudren los valores,
se degrada la cultura que te vio nacer,
sigue maldiciéndote a ti y a tu patria… ¡idiota!
Timosofía
Intentando apresar su misma esencia o comercializando con
ella, han matado a la Filosofía.
Hoy por hoy, tenemos filosofía fósil y filosofía producto.
La filosofía fósil huele a naftalina, es tan académica como
inútil y tan libre como un pájaro en una jaula. Los filósofos académicos están
más cerca del frikismo ilustrado y de
los juegos inteligibles de palabras que de la experiencia vitalista de la
filosofía viva.
La filosofía producto es la banalización o la adaptación para
el público más miserable, una suerte de pseudo-conocimiento, mezclado con dosis
de auto-ayuda para personas inseguras, de mente corta o inmaduras, su formato
más habitual es el sobre de azúcar, el estado en redes sociales o dispositivos
móviles.
Este estado de las cosas ha generado mi desinterés creciente
por la filosofía actual y su estudio. ¿Para qué este juego de trabalenguas,
este mar de hipótesis sin sentido y esa incesante estupidez egocéntrica
disimulada en esa competición de pretendida erudición?
Creo que empieza a ganar mi interés por la Biología, lo
empírico no da lugar a tanta bobería disfrazada de magnanimidad.
Capicúa sentimental
Tengo la inmensa suerte de conocerte, ya sólo por eso ha
merecido la pena llegar hasta aquí. Ha merecido la pena haber llegado hasta
aquí para tener la inmensa suerte de haberte conocido.
Esfuerzo y voluntad
servicio
Que quede claro, no todo esfuerzo es sacrificio ni la
voluntad de servicio es ser servicial. Valores como el esfuerzo y la voluntad
de servicio, como la lealtad y el valor, dignifican tu estancia en vida.
No hace falta grandes hazañas y epopeyas, quizás con limpiar
de papeles tu comunidad, ayudar a los mayores o a quien veas necesitado,
realizar diariamente, al menos, un acto gratuito y beneficioso a favor de
cualquier ser de la naturaleza marca la diferencia entre que merezcas ese halo
de vida o seas un lastre más.
Nos educan de tal manera que tales actos los consideramos
como de ingenuos, llevados a un punto pudieran serlo, pero realmente la única
obligación moral que a día de hoy creo tener es la de celebrar la vida, la
belleza y hacerla crecer. Esa es para mí la interpretación de ‘esfuerzo y
voluntad de servicio’.
Planta árboles, ayuda al resto de animales, limpia esa
senda, no pienses en que no es tu responsabilidad… cada gesto noble te
ennoblece, cada pequeño esfuerzo y servicio te lo estás haciendo a ti
realmente.
Hay días y noches
Hay días en que la actividad se apodera de mí a horas
intempestivas, noches en las que Morfeo me olvida y deja vagar a mi suerte, hoy
fue un día y es una noche de esas. Ando como loco afanado en cosas sin
importancia pero de gran interés personal, cualquiera que me viera pensaría que
malgasto el tiempo. No, yo pulo ese tiempo, lo pulo dándole el valor de lo que
carece de él, restregándomelo por el cuerpo y masajeando mi cerebro con sus
manecillas horarias. Hago cosas como estas, escribo, soy feliz y me importa
menos que nada la repercusión de estas narraciones.
A veces me regalo la imaginación con lejanos lectores, con
una identificación espontánea con parte de mis textos, pero, sinceramente, yo
escribo para leerme a mí mismo. Recopilo, sin caer en el virtuosismo, mis
pensamientos. Yo soy mi principal lector, editor, diseñador… al crítico lo maté
porque me reventaba la libertad de expresión con estupideces morales, con qué
podría decir la gente, con lo políticamente correcto.
Soy libre desde mi anonimato, y mi obra, en tanto que
desconocida, también es libre.
Islam
Islam, Mahoma, Alá, musulmanes, ley sharia, Corán… todos
estos términos, entre otros similares, vienen a consumar una amenaza real, la
decadencia de occidente, el fin de la filosofía europea, de la lucha por la
razón frente a la barbarie.
No es un disfraz pesimista, es la realidad que se palpa, que
se siente ya en muchos lugares de Europa, en muchos hogares que hoy en día
tienen como vecinos a sus declarados, pese al disimulo, enemigos. Como mal
pájaro, subvencionamos a quien destruye nuestro nido, décadas de lobotomización
ONGista nos hacen sentirnos culpables hasta cuando nos degüellan. Como decía
Einstein, la estupidez humana no tiene límites.
Quizás lo veamos, aunque pasen décadas, estamos fraguando en
el horno de la insensatez un regreso al fanatismo, a la idea de la mujer como
pertenencia, al fin de la cultura que nos dignifica. Lo peor es que sus
víctimas siguen justificando la lenta pero inexorable conquista musulmana, esa
que no tendrá piedad con ellas cuando pueda detentar poder e influencia.
¡Racista! ¡Racista! es la consabida respuesta contra la
razón, inculcada por las ONGs que alimentan la degradación. ¡Racista! ¡Racista!
gritarán contra quienes enarbolen la defensa de los valores en contra de la
ruina. Curioso epíteto victimista el que nos dedican los que quieren borrarnos
de la faz de la tierra.
La capacidad de
Europa
A veces creo que vivo en otro continente, sólo a veces,
siempre que salgo a la calle. Empiezo a pensar que en este mundo globalizado
igual que ahora hay Mc Donals, Starbucks, Berska, Burguer King, Donner Kebab…
en todos lados, también hay negros, árabes, latinos, chinos, indios… es el sino
de los tiempos.
Recapacito sobre la capacidad de Europa, sobre las
capacidades, la primera para adaptarse o, mejor dicho, se adapten los no
europeos, la capacidad para hacer frente a los inevitables problemas sociales
que se derivan de mezclar en una misma olla aceite, chocolate, guacamole,
visceras y tripas, mango, mucho curry y, como no, salsa de soja. No parece que
la digestión vaya a ser fácil para nuestro estómago, Europa, a la sazón,
nosotros.
Y más allá, ¿cuál es la capacidad de la vieja Europa para
defenderse de los hijos de la media luna? Hoy vivir en Europa y odiarla está de
moda, en España también. Hoy lo más “In”,
el “trending topic” en el mundo
musulmán es matar unos cuantos huéspedes europeos.
Miro atrás y veo a la vieja Europa que sobrada de capacidad
guerrera, una y otra vez, supo repeler a quien la atacaba. Hoy, en lugar de
esos guerreros, tenemos pusilánimes
dirigentes, amanerados y frágiles jóvenes, híper-mega-sensibles
ciudadanos bienpensantes que consideran un progreso todo este batiburrillo que
convierte a su tierra en una franquicia.
Sí, somos una franquicia más, con sus Mc Donals, Starbucks,
Berska, Burguer King, Donner Kebab, sus negros, árabes, latinos, chinos,
indios… un lugar artificial más, un lugar cada vez menos original.
Los ricos no
tienen patria
El capitalista es internacionalista vocacional, como su
dinero, o podemos llamarle “ciudadano del mundo” puesto que no existen
fronteras en los negocios. Los beneficios mandan y subyugan la economía nativa,
los derechos de los naturales, no se doblega ante sistemas corruptos o leyes injustas,
es más, son el mejor terreno donde engordar divisas.
Los pobres se siguen afanando en un internacionalismo
utópico que, en el sentido más pragmático, es el campo donde los capitalistas
pueden moverse a sus anchas, y además con la bendición obrera.
Unos luchan por un mundo sin fronteras, otros lo sufren, y,
más allá de las consignas proletarias, cobra sentido una vieja frase: “solo los
ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria”.
Me gustan las
noches
Me gustan las noches, y si son lluviosas mucho más. Me llena
de paz el silencio o el sonido del chisporretear de las gotas, me incitan a la
contemplación, a la lectura o a unir letras como ahora mismo.
Amo la noche, pero siento nostalgia de estrellas en las
ciudades tan luminosas como humanamente sombrías. Siento el deseo melancólico
de la orilla del mar o del paseo entre pueblos de piedra o bosques a la luna
llena.
De un tiempo a esta parte, también venero a los buhos.
Cápsulas
endofóbicas (o auto-odio)
Mi país es una mierda.
La gente aquí es imbécil.
¡Esto sólo pasa en España!
Odio a mi patria.
¡Puto país!
Maldigo mi bandera (pero puedo llevar otras).
Repudio nuestra historia.
Apoyo a todo el que quiera romper la unidad.
El estado nos oprime.
La lucha armada (léase asesinar) es la auto-defensa de los pueblos.
Cualquier otro nacionalismo tiene validez (la misma que
niego a mi nación).
¡Somos lo peor! (de Europa, del mundo, del universo).
¿Cuántas veces las hemos oído? ¿Cuántas hemos pronunciado?
Expresiones inclusivas que son equivalentes a insultarse a
uno mismo. Son un tipo de esquizofrenia que no diferencia la unidad y la
totalidad, que disfruta de manera sádica de la auto-lesión ya sea con el
lenguaje, el pensamiento, la acción o la omisión.
La endofóbia es una plaga que carcome nuestra estima
personal y colectiva, un cáncer auto-inducido dispuesto a provocar todo el
dolor que seamos capaces de inflingirnos tan sólo por ser nosotros mismos.
Endofobia es auto-odio.
No daba para más
No daba para más, ni para menos… ni tan siquiera para algo.
Era una de esas relaciones de amistad que llevan caducadas un par de años y,
aún así, sigues degustando su sabor a rancio e insatisfacción.
Era un boomerang maldito que ya te tenía la muñeca abierta
de recogerlo tan forzadamente tras lanzarlo con todas tus fuerzas, lejos, muy,
muy lejos, una y otra vez.
No daba para más que para algunas conversaciones de esas que
te hacen sentir estúpido e hipócrita, un diálogo virtual lleno de emoticonos
pueriles y fariseos que te daban ganas de arrancarte el intestino grueso y
dárselo a devorar a Saturno.
Mi móvil acaba de sonar y pienso que soy asquerosamente
imbécil.
Necesito mi dosis
Necesito mi dosis diaria de adrenalina. Generalmente la
obtengo del deporte o de largos paseos. Cuando, durante un tiempo, no puedo
conseguirla me añusgo, me deprimo, mis emociones van en una montaña rusa,
irascible y sensiblero mi sueño se altera, el mono se apodera de mí. La abstinencia es peor que cualquier mal chute de energía.
Pétreo, espero una reacción, que siempre llega convulsiva,
que en torrente me arrastra hacia una completa celebración endorfínica.
Esta es muy buena, llevo unos meses consiguiendo la mejor,
tiene la mejor subida y se mantiene durante semanas pero cuando baja lo hace
hasta los infiernos.
Mañana voy a conseguir más mierda para sentirme vivo. He pensado en ponerme poco, siempre lo digo, siempre me engaño… probablemente me meta todo lo que pueda, aunque venga de
un bajón importante.
Quizás tú no lo entiendas, o sí. Quizás me dé igual. Sólo sé
que necesito mi dosis antes de que me estalle la puta cabeza.