La mente humana es frágil y moldeable. Un mensaje aceptado por la mayoría se convierte en incuestionable. Nos quedamos con el enunciado sin intención de profundizar y repetimos como verdades inamovibles, como mantras, las consignas establecidas.
De esta manera, mitos como la idealizada democracia, el humanitario Nelson Mandela o Gandhi, la benefactora Teresa de Calcuta, la bondad de las ONGs... son percibidos como agradables perfumes aunque conlleven una pestilencia difícil de aceptar sin un previo acondicionamiento, un envoltorio de regalo, un lazo de hipocresía y un encubrimiento pactado para soterrar cualquier cuestionamiento.